Pues bien, aquí estoy iniciando este nuevo año al que se le arrancó ya todas las hojas de su primer mes. Parece que fue ayer apenas que estábamos dándole la bienvenida a este 2024 que hoy transita por el segundo día del mes de febrero. Un mes ominoso para mis ancestros latinos. Un mes triste y frío que, sin embargo, no deja ser un mes breve, muy breve, que este año contará con 29 días en vez de 28. No he dicho nada aun que merezca la pena ser leído. Tal vez que estoy escuchando música del afamado «prete rosso», el recordado Antonio Vivaldi, que le dio color a todo un segmento de la música barroca, sólida como los anchos muros de las construcciones de antaño, a la vez que sublime. Confieso que el Barroco a veces me asfixia por la cantidad casi incontable de sus elementos que se suelen distribuir frente a mis ojos sin darles la más mínima tregua; pero, a pesar de ello, no puedo negarle la fuerza y el carácter que tiene como lenguaje estético y como propuesta visual y auditiva. ¿El Barroco me gusta?, si; a cucharadas, como la medicina, o en dosis moderadas para no morir al interior de la vorágine de sus excesos. En fin, que mientras escucho a Vivaldi trataré de escribir sobre otra cosa, no sé. Las ideas no me faltan pero son esas ideas que regresan siempre al trillado camino de mis angustias, como la música de Vivaldi que, para algunos, es repetitiva hasta la saciedad. ¿En qué estoy?, ¿en qué ando ahora? ¿Sería muy drástica si aseverase que, a pesar de haber transcurrido todo un mes del 2024, mi vida no acaba de arrancar? Bueno, esa es la sensación y, como toda sensación, no deja de ser absolutamente subjetiva. ¿En qué ocupé este mes además de empezar a trabajar?, en muy poca cosa. Resolver pendientes personales que me fue imposible abordar el año pasado, moverme un poco con el pretexto de tener que comprar algo, ver unos cuantos amigos contados con los dedos de una mano y tener la sensación de que el tiempo se me iba sin que pudiera yo disfrutarlo como hubiera querido. También seguí leyendo, en mi teléfono y a ratos perdidos, una tesis doctoral de la Universidad de Barcelona sobre la vida y la obra de Remedios Varo, una creadora plástica surrealista. Esto último para seguir estando en contacto con el mundo de la lectura que tantas satisfacciones me ha proporcionado desde que empecé a leer.

Mi vida, este mes que ha transcurrido entre carreras y angustias existenciales, parece que está tomando otro cariz, aunque no me atrevo a asegurarlo al cien porque, cada vez que caigo en la tentación de hacerlo, algo pasa para demostrarme que la vida es cambio e incertidumbre. ¿Qué espero entonces?, ¡nada! O muy poca cosa, si es que debo de ser objetiva. El año va para ser seco, con todo lo que eso significa para el lugar en el cual estoy. No quiero que mi mente se desboque pensando en catástrofes, ni en sucesos que puede que jamás acontezcan. Prefiero pensar en lo que me entretiene y da color a mi vida haciéndome sentir mejor. Me he propuesto, por lo tanto, no pelearme con lo imposible o lo que me resulte difícil de controlar más allá de mis fuerzas. Quiero fluir con el año y no indisponerme porque las cosas no pasan, o pasan de un modo o manera que no me gusta porque me siento amenazada. Ya basta en gastar fuerzas que necesito para sentirme bien, en batallas que no son para mí ni tampoco benefician, de ninguna manera, a mis propósitos. Lo que necesito es estar tranquila para poder reencontrarme, en mi interior, con la persona que hoy soy dejando atrás el duelo constante por todo aquello que forma parte de mi pasado y que ha perdido su significado y su importancia en mi presente. Hay cosas que aun puedo rescatar, si; pero no es todo. Puedo rescatar algunos gustos que resuenan con su sutil aleteo acariciando mi alma. Puedo rescatar algunos objetivos con los que entretenerme sin que me causen pesar por no alcanzarlos. Puedo rescatar algunos sueños que no me exijan darles un cuerpo y una forma que no estoy dispuesta a proporcionarles porque no sé que tan perentorios sean para mi aquí y mi ahora. Así es, no quiero conflictuarme, ya no. Lo que quiero es tener una vida ligera y, sobre todo, satisfactoria. ¿Dónde?, donde mejor pueda lograrlo y pueda, además, sentirme segura y en control de mis circunstancias. ¿Con quién?, con aquellos con los que pueda establecer relaciones armónicas e igualitarias para intercambiar puntos de vista y conocimientos sobre temas que nos gusten y compartamos. ¿Haciendo qué?, pues haciendo lo que me gusta y no me cuesta, creando, sintiéndome útil y valorada.